Azal biguna, 247 orrialde
gaztelania hizkuntza
2011ko mar. 8a(e)an Atalanta(e)n argitaratua.
Ars Brevis, #55
Azal biguna, 247 orrialde
gaztelania hizkuntza
2011ko mar. 8a(e)an Atalanta(e)n argitaratua.
Fiel a la rica tradicion oral de su pais, donde las mujeres tienen un talento natural para contar historias, Liudmila Petrushevskaia cautiva la imaginacion con estos relatos directos, tan cercanos al espiritu mistico y pesadillesco de Poe como a la sobria exactitud realista de Chejov. Cada cuento transmite el peso de la vida y, al mismo tiempo, el roce vertiginoso de lo extrano. Pero lo insolito siempre acaece a gente corriente: un coronel que acaba de perder a su esposa y habla con ella en suenos; una mujer que odia a su vecina y vive con ella y su nino en un mezquino apartamento de dos habitaciones; un joven que anuncia a una familia la horrible noticia de que una epidemia se ha extendido por toda la ciudad. A veces los personajes se identifican con lo puramente fantastico: una gorda inmensa, que necesita tres sillas y dos camas para descansar, …
Fiel a la rica tradicion oral de su pais, donde las mujeres tienen un talento natural para contar historias, Liudmila Petrushevskaia cautiva la imaginacion con estos relatos directos, tan cercanos al espiritu mistico y pesadillesco de Poe como a la sobria exactitud realista de Chejov. Cada cuento transmite el peso de la vida y, al mismo tiempo, el roce vertiginoso de lo extrano. Pero lo insolito siempre acaece a gente corriente: un coronel que acaba de perder a su esposa y habla con ella en suenos; una mujer que odia a su vecina y vive con ella y su nino en un mezquino apartamento de dos habitaciones; un joven que anuncia a una familia la horrible noticia de que una epidemia se ha extendido por toda la ciudad. A veces los personajes se identifican con lo puramente fantastico: una gorda inmensa, que necesita tres sillas y dos camas para descansar, se convierte cada noche en dos deliciosas bailarinas que danzan por la casa; o una muchacha que ha perdido la memoria y se encuentra en un lugar desconocido y que es recogida por un camionero monstruoso y un siniestro encapuchado Canciones, alegorias, requiems o cuentos de hadas, los denomina su autora. En cualquier caso, todos estos relatos, como dice Jorge F. Hernandez en su prologo, transpiran una rara adrenalina.